En el actual Cementerio de Pasai San Pedro se conservan los restos patrimoniales históricos más antiguos de esta banda del municipio. Así pues, se observan los muros del cerramiento exterior de lo que fue la primitiva iglesia, dependiente del arciprestazgo de Donostia-San Sebastián, que fue erigida entre 1450 y 1460 y eliminada en la primera mitad del s. XVIII.
Situada en un pequeño alto, en la actualidad sólo se conserva una Portada Románica tapiada formada por cuatro arquivoltas. Los arcos parten de haces de columnas con la imposta a modo de capitel. Además de la primera, una Portada Gótica sirve de acceso al cementerio. Este acceso del arco ojival tiene tres arquivoltas. En las claves de los dos arcos interiores había detalles en relieve, habiendo desaparecido uno de ellos. Esta portada está inserta en el muro de sillar de arenisca un tanto irregular.
En el interior destaca una capilla dedicada al político Joaquín María de Ferrer, monumento erigido por sus descendientes en 1865.
El legado de los Ferrer es aún visible en un conjunto de elementos que encontraremos en diferentes puntos de la localidad en relación con esta gran familia pasaitarra.
Adosada a la iglesia de Pasai San Pedro, sus descendientes erigieron en 1865, para Joaquín María Ferrer y su familia, un mausoleo-capilla con una inscripción en el frontispicio: D. Joachim Ferrer progenitori. Pia Proles. Hoc monumentun erexit anno MDCCCLXV, y que, con motivo de las obras en el muelle pesquero, se trasladó en 1952 piedra a piedra desde la Parroquia al Cementerio de la Villa.
Un blasón incrustado en la Escuela Náutica, el panteón familiar en la Iglesia de Pasai Donibane (San Juan) y el mausoleo de Pasai San Pedro son otros elementos que nos evocan la vida de una saga de pasaitarras no por poco conocida menos relevante.
Algunas personas destacadas de esta familia son:
La iglesia parroquial de Pasai San Pedro es una iglesia de aspecto sobrio y robusto. Parte de ella fue construida utilizando piedras de la parroquia original. La primitiva iglesia se ubicaba en la zona en la que hoy en día se encuentra el cementerio. Era parte de la iglesia de San Vicente y se construyó a mediados del siglo XV. Todo ello a petición de los lugareños. La entrada al cementerio (portada gótica y ventanal románico) y algunos elementos (vanos y paredes) son restos de la iglesia primitiva.
La Iglesia Parroquial de San Pedro es una iglesia de una sola planta, con la cabecera al este, la parte más extensa del pueblo, donde estaba la torre, el observatorio y la Batería de San Sebastián (hoy desaparecidos). Al norte se encontraba la antigua iglesia, en el monte. Al oeste se desplegaba el resto del pueblo y los Astilleros del Rey y, al sur, un gran arenal, hoy puerto de Trintxerpe.
La iglesia tiene ábside poligonal, dos sacristías a los lados y 3 naves de igual altura (aunque la central es más ancha que las laterales). El espacio está dividido por 4 columnas en tres tramos, presbiterio y coro a los pies. Este tipo de iglesias columnarias es típica de la Edad Media.
Evidente contraste supone la desnudez ornamental del interior con la plática y rica composición de la fachada. Sigue para ello el maestro un esquema bien conocido en el Renacimiento español, tratándolo, a su vez, con amplias proporciones. Un arco de medio punto, elevado por pilastras gigantes, destaca por su efecto de altura con la mole cúbica del edificio. Seguidamente coayuda al efecto ascendente el frontón de remate que lo ciñe, abriéndose en formas mixtilíneas para dar paso a un medallón ovalado, dispuesto verticalmente sobre el mayor de sus ejes, con la tiara y las llaves.
El esquema del arco se maneja ya en el siglo XVI. Todo ornato se sujeta a un firme encuadramiento bajo éste, pero los miembros y elementos decorativos, el modo de tratarlos y la introducción del elemento rococó a modo de relleno en el frontón, corresponde al siglo XVIII.
Tanto en los volúmenes como en las superficies de la parroquia siempre domina el más simple y definitivo. En ese caso, la iglesia, que en su totalidad es un cubo perfecto, domina sobre la torre, que resulta ser el apéndice de ésta. Parece fundamental destacar este aspecto de la expresividad plástica de las masas, nota relevante en esta obra que enlaza claramente, en este aspecto, con la sensibilidad neoclásica. El hecho de resaltar e incrementar el aspecto ornamental y decorativo de la puerta norte, creando frente a ella un compás urbanístico o marco adecuado para la reunión del fiel o transeúnte, demuestra que hubo cierta preocupación en el proyecto por conectar el espacio externo con el edificio, creando un entorno de intimidad y recogimiento.
Situada en pleno Casco Histórico de Pasai San Pedro, en su estrecha y pintoresca calle, cerca de la Cofradía de Pescadores y de la Iglesia Parroquial, la casa de Blas de Lezo, de piedra de sillería, presenta un magnífico escudo de la familia, conservado de manera impecable. El edificio es de planta rectangular y tejado a dos aguas, y toma el nombre del más ilustre marino de Pasaia, al que vio nacer: Blas de Lezo.
El Almirante Patapalo D. Blas de Lezo, General de la Armada, nació en Pasaia (Gipuzkoa), en 1689. En 1701 ingresó como guardiamarina y en 1704, ya iniciada la Guerra de Sucesión española, entró en combate como tripulante de la escuadra francesa que se enfrentó a las fuerzas combinadas de Inglaterra y Holanda en batalla librada frente a Vélez Málaga, y en la que perdió la pierna izquierda por una bala de cañón, mostrando en el terrible trance tal sangre fría que admiró al mismo Almirante.
Su intrepidez y serenidad en el combate fueron premiadas con el ascenso a alférez de navío y luego a teniente de navío. Participó en la defensa del Castillo de Santa Catalina en Tolón, donde perdió el ojo izquierdo. Ostentó el mando de diversos convoyes que socorrían a Felipe V en Barcelona, burlando la vigilancia inglesa. En uno de ellos fue rodeado por fuerzas superiores y, apurado, supo salir incendiando alguno de los buques que le seguían, lo que rompió el círculo que le rodeaba.
En 1713 fue ascendido a Capitán de navío, y un año más tarde fue destinado al segundo sitio de Barcelona donde perdió el brazo derecho. En esa época, y al mando de una fragata, hizo once presas a los británicos entre ellas la del emblemático Stanhope, buque bien armado y pertrechado. Terminada la Guerra de Sucesión se le confió en 1723 el buque insignia Lanfranco y el mando de la Escuadra de los Mares del Sur, limpiando de piratas las costas del Pacífico y capturando doce navíos holandeses e ingleses.
Contrajo matrimonio en Perú en 1725 y en 1730 regresó a España siendo ascendido a Jefe de la Escuadra Naval del Mediterráneo. Se trasladó a la República de Génova para exigir el pago de los 2.000.000 de pesos pertenecientes a España retenidos en el Banco de San Jorge, y que en desagravio se hiciera un saludo excepcional a la bandera española sopena de bombardear la ciudad. Ante la enérgica actitud, el Senado genovés cedió de inmediato.
En 1732 y a bordo del Santiago hizo una expedición a Orán comandando 54 buques y 30.000 hombres. Orán fue rendida pero Bay Hassan reunió de nuevo tropas y sitió la ciudad poniéndola en grave aprieto. Blas de Lezo acudió en socorro con seis navíos y 5.000 hombres logrando ahuyentar al pirata argelino tras reñida lucha. Persiguió su nave capitana de 60 cañones que se refugió en la bahía de Mostagán defendida por dos castillos y 4.000 moros. Esto no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes incendiándola y causando además gran daño a los castillos. Patrulló luego durante meses aquellos mares impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Constantinopla hasta que una epidemia le forzó a regresar a Cádiz.
En 1734 el Rey premió sus servicios promoviéndolo a General de la Armada. En 1737 regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador y fue nombrado Comandante General de Cartagena de Indias, plaza que defendió de los embates del almirante inglés Sir Edward Vernon, página gloriosa de las armas españolas.